
Del Diccionario del que duda de John R. Saul:
Optimismo - En su aplicación personal, grata y útil distracción frente a un día opresivo y la certidumbre de la muerte.
En su aplicación social, fuerza pueril que elimina el poder consciente del individuo para la crítica, el rechazo y la duda. El optimismo, como el patriotismo, es la herramienta pública de los canallas y los ideólogos. Véase pesimismo.
Pesimismo - Una protección valiosa contra la charlatanería.
Más útil para el individuo que el escepticismo, que degenera fácilmente en cinismo y así se torna una fuerza negativa y derrotista. El pesimismo es un filtro consciente que desarma a los ideólogos y nos libera para actuar de manera práctica.
El único pesimista peligroso es el que tiene poder, el que es optimista acerca de sí mismo y pesimista acerca de los que él gobierna. En nuestra sociedad encarcelada por la retórica, estos pesimistas públicos son cada vez más difíciles de identificar. Se los reconoce por su insistencia en resolver problemas, hallar soluciones, crear prosperidad, ganar guerras y terminar con el crimen; pero cuanto más optimista es su retórica, más pesimistas son en sus actos reales.
El pesimista saludable modera sus actos públicos con la duda y escucha atentamente las reverberaciones sociales que se pueden traducir en oportunidades sensatas. Las élites que son optimistas acerca de sí mismas y pesimistas acerca de los gobernados están prontas para el reemplazo.