miércoles, 15 de octubre de 2008

Palomas

"...por vuestras hondas penas, vuestra sed insatisfecha,
y las urnas de amor que llenan vuestro corazón."
Charles Baudelaire



Uno
(la noche en llamas)





Me acurruqué y dejé que la luz me descubriera, me delatara, que rasgara el manto taciturno de mi habitación para hacerme aparecer entre la hiedra espesa que me cubría. Era transparente mi cuerpo; se sentía vacío y frío, y el hastío ya aparecía tras el vidrio empañado, como un aguacil rojo. Raspé mis huesos.
La sirena que no presagia un buen futuro era como esa luz; me chillaba y advertía de un peligro inminente que me rondaba y ya estaba en mi ser. Silencio intermitente. Silencio incandescente.
Debía acudir al llamado de los dioses que reptan, los buenos, los terrenales. Antes había respondido al mandato de uno, del que se disfraza de cordero. Pero ahora debía dejar que la sangre se vertiera en mí.
Debía esperar que de la luz brotara el fluido mineral en el momento en que un beso, como un chasquido infernal, sonara a lo lejos, en medio del páramo.