martes, 17 de junio de 2008

Raid



"De tiempo en tiempo repitieron las furtivas entrevistas allí, en casa de ella.
Oscar se declaraba estar en el colmo de la dicha. Pero Enriqueta no estaba del todo segura; eso era el amor, lo que nunca había tenido, lo deseado, lo soñado con ardor."
"Donde su fuego nunca se apaga" - May Sinclair


Clementina dormía en una habitación muy pequeña. Todas las mañanas su madre entraba, le tendía la cama y revisaba minuciosamente las infantiles sábanas.


Esperaba encontrar algún fluido corporal, alguna sustancia viscosa, gelatinosa, de onírica procedencia, mientras su hija la observaba lánguidamente, sentada en una esquina de la habitación, con las piernas muy juntas, demasiado juntas. Miraba con blanda atención el protocolo, esos ademanes bruscos, cortantes.


Esta vez fue diferente. Las sábanas fueron rociadas con un producto de fuerte olor. Clementina debió hacer la cara a un costado cuando sintió que sus mejillas estaban húmedas.


A la mañana siguiente, Gregorio fue hallado fúnebremente envuelto en una crisálida a lunares. Clementina lo abrazaba, aún dormida.